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sábado, 21 de mayo de 2016

Bulnes (CHILE), sábado 21 de mayo de 2016

EMOTIVO, VIBRANTE Y PATRIÓTICO FUE EL HOMENAJE DE BULNES A LAS GLORIAS NAVALES






































La lluvia no fue un impedimento para que la comunidad junto a sus fuerzas vivas y la participación de una sección de infantes de Marina, rindieran homenaje a las Glorias Navales y al héroe Arturo Prat Chacón.
Pese a la lluvia, la ceremonia se mantuvo en la plazoleta Prat y hasta allí convergieron autoridades, las delegaciones que participarían y muchos vecinos con paraguas y otros que buscaban cobijo bajo los árboles.
La ceremonia comenzó con una lluvia en declinación, la que finalmente paró y dejó que el acto se desarrollara normalmente y todos los asistentes respiraran tranquilos.
Luego del Himno nacional, vino la alocución patriótica a cargo de una profesora de la Escuela Frei, organizadora del evento, para dar paso a la colocación de ofrendas florales en el busto a Arturo Prat a cargo del alcalde y de dos funcionarios de la Armada en retiro, para culminar con la entrega de reconocimientos a funcionarios de la armada en retiro de Bulnes.
Después vino el acto a cargo de alumnos de la escuela Frei, los que mediante coreografías, rindieron homenaje a las Glorias Navales, logrando gran emotividad y patriotismo.
Finalmente se dio inicio al desfile cívico militar a los sones de la Banda del Liceo Manuel Bulnes, siendo los primeros en desfilar la sección de Marinos, para continuar con delegaciones de diferentes Colegios y escuelas de la comuna, los que pese al frío, dieron lo mejor de sí para que resultara vibrante y único.
Todo concluyó con un vino de honor en dependencias del Liceo Manuel Bulnes, donde autoridades e invitados pudieron compartir una empanada y una copa de vino.


CORREOS AL DIRECTOR

Más cariño por nuestra tierra

SEÑOR IVÁN RÍOS PARRA
DIRECTOR Y EDITOR
DIARIO INTERACTIVO EL VECINAL

Junto con saludarle cordialmente, me sumo a los ya numerosos agradecimientos a vuestro invaluable trabajo periodístico en nuestra comuna y provincia; culpable de una información, crítica y reunión ciudadana ejemplar. Por otro lado, mediante la presente misiva pretendo enviarle mi humilde opinión y connotación respecto a la realidad país que presencio hoy, como un simple estudiante de educación superior.
Chile, una hermosa y angosta faja de tierra en la que día a día despertamos alrededor de 17 millones de personas (según las re-estimaciones del último censo). Hogar de numerosas especies animales y vegetales, muchas de ellas nativas e incluso endémicas; maravillosas formas de vida que conviven en ecosistemas asombrosamente equilibrados, dignos de atestiguar en documentales de la Nat Geo. Un país que alberga las mayores reservas de agua dulce del mundo en escenarios inefables, una diversidad y cantidad de recursos productivos invaluables, y, sin duda, los mejores paisajes del fin del mundo. Aquellos que invitan a millones de extranjeros cada año a visitar el desierto más árido del mundo, las bondades de nuestra zona central, el sur caudaloso y uno de los litorales más extensos y diversos del planeta. Una tierra tan rica como su gente y su cultura; cada indígena, cada colono y cada inmigrante que habita en él.
 Ese es nuestro país en un pequeño resumen, no un tanto, sino totalmente orgulloso del gran patrimonio medioambiental y cultural que poseemos. Un Chile, que sin embargo, para la gran mayoría es inasequible e imposible de conocer. Un país que muchos solo tienen la oportunidad de conocer de norte a sur en las escasas horas de clases de historia y geografía en las escuelas y colegios, en los programas nacionales que se limitan al día domingo en la tv o en los reportajes de vacaciones de nuestros descontextualizados noticiarios; un país que no todos alcanzamos a apreciar y valorar, un país con más turistas extranjeros que chilenos.
 No es mi principal objetivo discutir la solución de la desigualdad social que no nos permite conocer todo el país (creo que ese es el trabajo de la política y del servicio público), sino más bien el que lleguemos a entender cómo es que se han cometido tantos errores (si es que así se pueden llamar) en la administración, extracción y producción de nuestros recursos. Sin embargo, hoy que Chiloé vive la mayor catástrofe medioambiental marítima en la historia es que nuestro país entero se alza contra la irresponsabilidad, egoísmo y despatriado acto de las salmoneras y la institución fiscal a cargo, arrojando 9 mil toneladas de salmón muerto en las costas chilotas. Pero, ¿qué nos hace sentir tan identificados con Chiloé y su gente? No es más que el cariño por la isla y los chilotes, y por los maravillosos momentos que nos han regalado a tantos chilenos continentales.
 Es ahí, en el amor por nuestra tierra y su gente, donde nace nuestra más altruista soberanía. Y con dicha convicción me siento a mirar hacia el valle de nuestra comuna desde lo alto del camino que lleva hacia La Balsa, en mi pueblo, Santa Clara. Es por el apoyo al proyecto de muchos coterráneos (en su mayoría o casi totalidad bulnenses) de construir la Central Termoeléctrica más grande de Latinoamérica en el corazón agrícola de la comuna, en el Sector de Los Tilos, que me hago dicha pregunta: ¿sentimos cariño por nuestra tierra?.
Es ante las pésimas decisiones de las autoridades medioambientales, la nula representatividad en el parlamento y la escasa voluntad política por impulsar el uso de energías renovables, que a la mayoría de los habitantes ni siquiera nos causa molestia la idea de que quieran instalar una termoeléctrica en Bulnes o salmoneras en toda la costa de Ñuble, sino que nos causa terror el perder la tranquilidad de nuestras vidas tan arraigada a esta tierra noble y fértil, tan solo porque los intereses de unos pocos hombres con dinero (que ni siquiera son chilenos o viven en nuestro país) contemplen explotar los recursos de manera indiscriminada, destruyendo el medioambiente y con ello nuestra forma de vida, así como ya lo han hecho en Chiloé, Quintero y tantos otros pueblos.
 Yo creo que nos falta más cariño.
 Por último, un abrazo fraterno a cada pequeño, mediano y agricultor a escala de nuestra comuna. Nuestros verdaderos superhéroes; productores de vuestro desayuno, almuerzo y cena, con una escasez hídrica y una reforma de aguas ajena a nuestra realidad agrícola.

 HANS HIDD VIVALLOS
Estudiante de Agronomía

Universidad de Concepción – Campus Chillán


CONCEJAL DE QUILLÓN ES EL NUEVO JEFE DE GABINETE DEL ALCALDE DE BULNES


El concejal de Quillón Raúl Fuentealba Fuentes es el nuevo Jefe de Gabinete del Alcalde de Bulnes Ernesto Sánchez.
Ayer debutó en sus funciones en el acto y desfile en homenaje a las Glorias Navales, pese a que ya se le había visto días antes, pero nadie sabía lo que hacía en el municipio.
Asumió como concejal de Quillón cuando la actual jefa del consultorio de esa comuna renunció a su cargo y se dice que no puede postular a la reelección porque se encontraría sancionado por su partido político, el socialista.
También es esposo de una funcionaria del Daem de Bulnes  contratada por el alcalde Ernesto Sánchez y venida de Quillón.

HOY SÁBADO SE JUGARÁ EN EL ESTADIO MUNICIPAL DE BULNES,  EL SUSPENDIDO PARTIDO DE FÚTBOL DE LOS SUPER SENIOR, A LA MISMA HORA, POR LO QUE SE INVITA A PRESENCIARLO Y HACER BARRA A ESTOS ADULTOS MAYORES QUE REPRESENTAN A NUESTRA COMUNA.


ALOCUCIÓN PATRIÓTICA EN EL DÍA DE LAS GLORIAS NAVALES EN BULNES

En la conmemoración de la gloriosa gesta de Prat y sus hombres, ese señero 21 de mayo del año 1879, Ñuble ha de recordar no solamente el heroísmo supremo del más notable marino de Chile, sino la epopeya de valor y entrega patriótica inolvidable para nuestro pueblo, ejemplo trascendente en generaciones y nacionalidades, comparada únicamente con aquellas hazañas épicas de talla universal, grabadas indeleblemente en el bronce de la Historia.
Quiso el destino que Agustín Arturo Prat Chacón viniera al mundo en Ninhue, Provincia de Ñuble, el 3 de abril de 1848, entre los recios muros de la casona patronal de la hacienda “San Agustín de Puñual”. A pesar de una infancia con salud algo frágil, fue el desafío y la superación lo que le hizo abrazar las anclas de la Escuela Naval, a los diez años de edad, comenzando así una carrera que terminó llevándolo a ese momento supremo, en la rada de Iquique, una mañana otoñal, lejos de su hogar, de su esposa y de sus hijos; pero obedeciendo el solemne juramento de defender el tricolor de la patria ante el enemigo, por superior o arrogante que fuese.
Oficial Naval de carrera, profesor, abogado, padre y esposo, este hombre integral no dudará en entregarse al sacrificio de los elegidos por la Gloria para cubrirles con su manto, cumpliendo de esa forma con su deber naval y patriótico, a fin de mantener intactos los altos ideales del derecho y la soberanía del Estado de Chile, amenazado por alianzas secretas e intereses mezquinos, que promovía el caudillismo beligerante, desconociendo acuerdos suscritos entre repúblicas democráticas, con afán de buena vecindad y pacífica convivencia entre Estados. Ese era Prat, aquel que en una arenga ya legendaria, dejó clara su voluntad inquebrantable, su capacidad como comandante y el gran amor que profesara a su bandera, ni antes ni después de él arriada ante adversario alguno; demostrando un valor sublime hasta la muerte, fue su martirio en las aguas del Pacífico, frente a un contrincante superior, pero no por ello atemorizante, el gran ejemplo que llevaron nuestras tropas durante la Guerra del Pacífico, ejemplo coronado con las victorias en el mar, los desiertos y sierras del Perú.
Entregándose al hado fatal del combate, Arturo Prat no vaciló un instante en enfrentar a una flota de guerra considerablemente superior a la suya; había jurado cumplir con su deber y tenía una tripulación respetuosa y fiel. Eso bastaría para plantarse y combatir a los dos colosos de metal que arremetían desde el norte ese lejano amanecer de mayo, mientras un par de viejos barcos de madera cumplían con lo ordenado por el Almirantazgo Chileno: mantener el bloqueo sobre el puerto de Iquique.
La suerte del capitán Prat estaba echada, y aquel día las páginas universales de la historia naval abrían otro capítulo lleno de coraje y honor, comparable con Lepanto en 1571 o Trafalgar en 1805 y tantas otras hazañas protagonizadas por bravos hombres de mar. Era igualmente el fin de una época y el inicio de otra. Se enfrentaban dos concepciones diferentes de la guerra en los mares, una antigua y otra nueva, la de los buques veleros con cañones de avancarga, botados al mar a mediados del siglo XIX, protagonistas de las gestas más románticas de la navegación, ahora puestos contra el poder indetenible de las máquinas a vapor, propulsando sólidos navíos de acero, construidos en plena Revolución Industrial, cuyos comandantes y artilleros combatían parapetados tras torretas y cascos blindados.
Ahí estaban los hombres y sus embarcaciones, enfrentándose en una lucha desigual, donde las desventajas se salvaron con valor y temeridad, aun cuando las circunstancias jugaban del todo contra la vieja corbeta Esmeralda. Construida cerca de Londres en 1855, por los astilleros “Henry Pritcher”, era parcialmente impulsada por hélice y su navegación dependía principalmente de la arboladura a tres palos característica en los navíos de su clase. Pero este barco, que a la fecha del combate había sufrido dos varaduras graves y un naufragio controlado, poco podía hacer contra el poderoso monitor Huáscar, una nave totalmente acorazada, insignia de la flota peruana, que por esas fechas contaba con los barcos más modernos del Pacífico.
El Combate Naval de Iquique se iniciaba ligeramente pasadas las 8 de la mañana, con el primer cañonazo del Huáscar, que levantó una columna de agua entre la nave del Capitán Prat y la goleta Covadonga, al mando del Capitán de Corbeta Carlos Condell de la Haza, quién daría cuenta con la victoria, hundiendo la fragata blindada Independencia en los bajos de Punta Gruesa, haciendo con ello gala de su intrepidez e inteligencia.
 Consciente de lo que estaba por ocurrir, el comandante de la Esmeralda arengó a sus marineros, insistiéndoles en el cumplimiento del deber y mantener a cualquier precio siempre en alto el tricolor, símbolo de un pueblo gallardo y luchador, no importando la adversidad o las circunstancias del enfrentamiento.
Cerca de las nueve y treinta la corbeta hace maniobras acercándose a la costa, separándole solamente 200 metros de la playa, en un intento por dificultar las posibilidades de disparo peruanas, que ya están cerca de hacer blanco, pero el esfuerzo extremo al efectuar tales movimientos avería sus calderas, quedando su andar reducido a nada más que 3 kilómetros por hora. Sin embargo, y pese a la ventaja táctica, el almirante Miguel Grau Seminario, comandante del Huáscar, es cauto en aproximarse pues piensa que su presa está protegida por torpedos; de todos modos cuenta con una potente torreta artillada en la proa del navío, capaz de hacer tiros desde mucha distancia y con gran precisión. X
El enemigo, instalado también en la costa, dispone de suficiente artillería para someter con fuego cruzado al buque chileno, que bajo las andanadas avanza lentamente hacia el norte. Ya a las once de la mañana las granadas del blindado han causado estragos en la cubierta de la Esmeralda, convirtiendo en cadáveres  sanguinolentos a muchos de sus tripulantes, azotando con nubes de metralla el viejo maderamen  del barco. Los cañones de 32 libras montados en la corbeta, prácticamente no hacían daño en las casi 10 pulgadas de acero y  dura madera de teca que acorazaban la nave de Grau.
Faltando media hora para el mediodía la poderosa maquinaria del monitor impulsa una primera arremetida peruana contra el desvencijado navío chileno, convencidos ya de que no existe ninguna línea de torpedos fijos para impedirles el paso. La “Mancarrona”, como era llamada por sus tripulantes, todavía resiste, con la voluntad firme de sus hombres, aprestados a recibir con toda arma disponible el primer impacto que daría el arma más temible del barco enemigo, su espolón, afilado ariete sumergido, hecho para romper los cascos de metal y madera, tristemente célebre desde la antigüedad por su letal efectividad en las guerras navales.
Pese a los esfuerzos del capitán chileno, que intentaba virar y zafarse de tan complicada posición y entonces evitar el choque, su gloriosa embarcación recibe la primera embestida por la banda de babor, cerca de la popa; rotos los maderos de la obra muerta con el espolonazo y muertos 40 hombres, tras descargar simultáneamente los dos cañones de la torreta móvil, se abre una brecha y Prat da la orden de abordaje; el fragor de la lucha impide que todos le oigan, pero es seguido por un solo hombre al saltar sobre la proa del Huáscar; él y el sargento Juan de Dios Aldea Fonseca, otro hijo de Ñuble, nacido en Chillán, son los únicos en la cubierta enemiga. De inmediato el monitor se desprende del mutilado casco, evitando así un asalto masivo de la marinería chilena. Sable y pistola en mano, Arturo Prat Chacón se dirige al puesto de mando enemigo abatiendo antes a un oficial peruano. En su intento de llegar a la torre de gobierno es alcanzado en la frente por una bala de fusil, falleciendo al instante; Aldea, mortalmente herido, también yace tendido sobre el Huáscar, siguiendo fielmente las órdenes de su comandante. Ambos marinos habían encontrado el destino heroico, reservado a pocos hombres en un encuentro con la historia.
El mando de la Esmeralda pasó al Teniente Primero Luis Uribe Orrego, oficial de muy entrañable amistad con Prat, en tanto la lucha continuaba con un segundo ataque del blindado peruano, que podía navegar a un máximo de 22 km/h., desplazando 1.745 toneladas, toda una mole de batalla diseñada en Inglaterra, la mayor potencia naval del mundo, cuyo modelo se usaba en la nueva guerra de los mares, más rápida y de maniobras cerradas. A las 11: 45 hrs. a.m., la destrozada corbeta es impactada nuevamente, y por la banda de estribor, cerca del castillo de proa. Aunque casi desarmados, los sobrevivientes resisten la arremetida enemiga, defendiendo nuestra bandera, clavada a los mástiles, desde ese día y para siempre sacramentada con la sangre de sus héroes. Preparado para la colisión, e imitando a su fallecido líder y amigo, el Teniente Segundo Ignacio Serrano Montaner, junto a 12 hombres, aborda al Huáscar, pero él y los suyos son alcanzados por disparos de ametralladora. Herido y prisionero, Serrano intentará incendiar la enfermería del barco peruano, pero es asesinado por los subalternos de Grau.
A las 12 del día, con la sala de máquinas inundada, media tripulación masacrada, inmóvil y hundiéndose lentamente, la corbeta era un animal moribundo en un mar enrojecido con la sangre de su tripulación. Pero tal cosa no importó al almirante Grau, que ordenó una tercera carga de espolón, a la misma banda del anterior ataque, ahora directo en la parte central del buque, con tal potencia que esa vieja “Mancarrona” se partió en dos y pasados 10 minutos del mediodía, se iba a pique con un último disparo del guardiamarina Ernesto Riquelme, y sus sagrados tricolores al tope, tal como prometiera su capitán esa misma mañana.
Aquel miércoles 21 de mayo, se inmolaron por la patria 147 de los 200 hombres que componían la dotación del más insigne barco de nuestra armada, en el corolario de una tradición naval gloriosa, heredera de marinos tan notables como Nelson y Cochrane.
Aquellos mártires de Iquique, tras una hazaña de tonos universalmente épicos, recibieron los laureles de la inmortalidad; vivas seguirían sus almas, como el más noble ejemplo para quienes les sucedieron, su sacrificio no fue en vano, pues el pueblo de Chile los honró triunfante al derrotar a la armada y ejército peruano, así el lema de la Esmeralda no se hundió con ella y sigue resonando hasta hoy: “Gloria y Victoria”.